De melodías de videojuegos a piezas de concierto en vinilo

Durante décadas, la música de videojuegos fue considerada un acompañamiento funcional, una serie de pitidos y melodías simples que servían para marcar el ritmo de la acción. Pero hoy, esa percepción ha cambiado radicalmente. Las bandas sonoras de videojuegos se han convertido en obras musicales completas, dignas de conciertos sinfónicos, premios internacionales y, cada vez más, ediciones en vinilo que hacen las delicias de coleccionistas y melómanos. ¿Por qué este formato clásico está viviendo un auge tan fuerte en el mundo del videojuego?
La respuesta está en la convergencia de dos pasiones: el amor por los videojuegos y la nostalgia por el vinilo. En plena era del streaming, donde todo está a un clic de distancia, el vinilo ofrece algo que lo digital no puede replicar: presencia física, arte tangible y una experiencia ritual. Sacar el disco de su funda, colocar la aguja, escuchar el crujido inicial… todo eso convierte la música en un momento. Y cuando esa música es la banda sonora de Final Fantasy VII, The Last of Us, Streets of Rage o Castlevania, el momento se vuelve aún más especial.

Sellos y diseño: el nuevo culto a las bandas sonoras
El fenómeno no es nuevo, pero ha explotado en los últimos años. Compañías como iam8bit, Data Disc, Laced Records o Mondo han apostado fuerte por lanzar ediciones de bandas sonoras de videojuegos en vinilo, muchas de ellas en tiradas limitadas, con portadas ilustradas por artistas reconocidos y prensados en colores temáticos. No se trata solo de escuchar la música, sino de coleccionar una pieza de arte. Ediciones como la de Ghost of Tsushima, con ilustraciones que evocan la estética samurái, o la de Okami, con un diseño más preciosista y elegante, son ejemplos de cómo el vinilo se ha convertido en un objeto de culto.
Pero no todo es estética. Muchos aficionados defienden que el sonido del vinilo, aunque técnicamente inferior en fidelidad a lo digital, ofrece una mayor riqueza en frecuencias, especialmente en los medios y graves, lo que le da una calidez y textura que lo hacen más envolvente. Sin embargo, gran parte de la música de videojuegos está compuesta y masterizada en formato digital, lo que impide que esas propiedades acústicas se aprovechen por completo en la grabación. Es en los arreglos interpretados por orquestas o grupos musicales donde el vinilo realmente permite que esa profundidad sonora brille. En el caso de bandas sonoras orquestales, como las de Final Fantasy o Zelda, esa riqueza sonora se traduce en una experiencia más emocional. Incluso compositores como Gustavo Santaolalla, autor de la música de The Last of Us, han celebrado el regreso del vinilo como una forma de devolverle a la música su dimensión física y emocional.
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Grabaciones de orquesta por el 35 aniversario de la saga FINAL FANTASY |
Clásicos en vinilo: la segunda vida de la música de juegos
Además, el vinilo ha permitido redescubrir joyas olvidadas. Bandas sonoras de juegos clásicos como Street Fighter, Panzer Dragoon o Metal Gear han sido reeditadas en vinilo, muchas veces por primera vez, lo que ha abierto la puerta a una nueva generación de oyentes que nunca las había escuchado fuera del juego. Incluso títulos indie como Celeste, Hyper Light Drifter o Blasphemous han encontrado en el vinilo una forma de consolidar su identidad sonora.
El auge también responde a una tendencia más amplia: el deseo de poseer lo que se ama. En un mundo donde todo es intangible, tener un disco en las manos, colocarlo en una estantería, compartirlo con amigos, se convierte en una forma de conectar con la música de manera más profunda. Y en el caso de los videojuegos, donde la música está ligada a momentos de juego, emociones vividas y mundos explorados, esa conexión se vuelve aún más intensa.
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Bandas sonoras de títulos de Konami editados por primera vez en vinilo |
Por supuesto, el vinilo no es para todos. Es caro, frágil y requiere un equipo específico para reproducirlo. Pero para quienes lo disfrutan, es una experiencia que va más allá del sonido. Es una forma de celebrar la música de videojuegos como lo que realmente es: arte.
Así que si alguna vez te emocionaste con “To Zanarkand”, te estremeciste con los coros de Halo, o te dejaste llevar por el jazz frenético de Cuphead, tal vez sea hora de buscar esa edición en vinilo. Porque el tocadiscos no solo gira con clásicos del rock o el soul, también gira con los mundos que hemos explorado con mando en mano.